El Bernabéu descubrió un defensa para una década. El Barça ganaba 0-1, había perdonado la vida de su enemigo y Özil colgó un balón al corazón del área que buscaba dueño. Varane saltó con Piqué, con Cesc, autor del gol azulgrana que acabó por los suelos, y marcó. La tocó Pinto, pero el francés había confirmado su alternativa.
Después de una primera mitad a todo gas con disparos en los dos bandos, un mal despeje de Callejón descosió el vestido que había cosido Varane. Messi recogió la pelota y se la dio a Cesc, que fusiló por bajo a Diego López. El 0-1 tuvo claros efectos secundarios para el Madrid, que perdió lo que había tenido en los primeros 45 minutos. No vio tan claro el plan y aguantó el tipo como pudo, pero el Barcelona, con ocasiones de Fàbregas y Pedro, no remató a los blancos y llegó el empate en el 81'. El Clásico no era un juego de niños.
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